martes, 18 de febrero de 2014

ABUELO CON NIETA

Había entre los dos una complicidad inquebrantable. Sin pizca de amor subjetivo, él creía que era la más guapa, la más lista. En el parque y en el paseo ninguna era igual que ella. Y no es que él la viera así. ¡Qué va! Ella era sí de verdad.
* Calla güelito, que te pierdes. Ye guapina, pero la más, la más…
* Pero si lo dijo hasta el médicu cuando nació –apostillaba él.
Y con cualquier cosa encima la llevaba de la mano al parque. A veces, de lejos se les veía venir hablando. Él se agachaba mucho porque oía mal y ella estiraba la cabeza y gritaba.
* Ya le volviste a comprar chuches. Después la pediatra nos pone de vuelta perejil.
* ¡Nooo…! Hoy no hubo gusanitos. ¿A qué no, eh piquiñina?..
Ella perdía la cabeza de un lado a otro para dar más contundencia al NO grandísimo.
* No os agacháis para coger la mentira. ¡Menudos trampas! Si no hubo chuches el morrito, el vestido y los dedos naranjas son de…¿de qué?
Pillados en el engaño, a lo más risas y alguna disculpa.
* Fue un paquetín pequeño na más.

A veces ella se enfadaba y el la sobornaba con lo que fuera.
Una vez el columpio del parque la dejó caer. ¡Qué tragedia! Ella sangraba por una herida en la frente. Y él llegó a casa lívido y sin respirar. Hubo que ir a urgencias con ambos. Ella explotó la cicatriz en la frente como una herida de guerra. Y él no rompió con un hacho el columpio por el canto de un duro.
Cuando cada uno estaba a lo suyo, era difícil verlos demasiado lejos. 

Así los retrató el mejor fotógrafo que ella, de pequeñina, tuvo…
Fotografía de Antonio Ramón Felgueroso Durán. Les Llanes, Langreo. Aprox. 1990.