domingo, 18 de mayo de 2014

MANUEL FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, (1921-2010)

PASIÓN  POR LA HISTORIA. Se llamaba don Manuel Fernández Álvarez y en los 7 años que le conocí sentí por él más que admiración. 

Pasear de su brazo fue aprender a ver la ciudad –todas las ciudades, todos los pueblos, todos los lugares -  de otra manera; como escenarios siempre de grandes Historia hechas por hombres de carne y hueso tuvieran o no nombres reconocibles. Cuando La Nueva España le declaró «Asturiano del mes», considerándonos familia, nos invitó a acompañarlo. Presentó un tomo de las (mis) «Actas Históricas de la Junta General»  en el 2005 y desde entonces la amistad perduró hasta el final, porque era fácil. Nos abrió su casa salmantina (a Jorge y a mi) y viajamos con el siempre aprendiendo. Tenía detalles entrañables de hombre de cerca: si le llamabas por teléfono desde Innsbruck, por ejemplo (desde cualquier sitio que a él le sugiriera alguna de sus miles de historias), tras un sonoro "buenos días bonita" te regalaba con una guía entusiasta: dónde ir, qué ver, qué leer; un pin de la Sociedad Asturiana de Filosofía que le regalamos lució siempre prendido en la chaqueta en la que se lo pusimos (la de la foto).

Contaba divertido que su nombre tan normal le valió cierto anonimato; tanto que cuando en 1985 le concedieron el Premio Nacional de Historia por su libro sobre «El siglo de Oro español» tuvo que decirle a su familia que era él el premiado. Recibió múltiples honores y condecoraciones. Siempre creí injusto que no le dieran el Príncipe de Asturias. Pero sus grandes éxitos editoriales le valieron envidias de muchos de sus colegas, aunque el público, ajeno al academicismo aburrido, le adoraba. Su «Felipe II» fue el libro de no ficción más leído en 1998. Sus «queridos lectores» se identificaron con los personajes que biografiaba porque de su pluma salían convertidos en seres de carne y hueso con amores y desamores, debilidades y grandezas, mezquinos y héroes, como somos todos; así  fueron sus Carlos V, Juana La Loca, el Duque de Alba, La Princesa de Éboli, Isabel La Católica, Fray Luis de León, Cervantes, Cristóbal Colón o Jovellanos el Patriota, etc. Habló de la tristeza que era ser mujer en la sociedad del renacimiento con un título atrevido: «Casadas, rameras, monjas y brujas…», descubrió «Las Luces y las Sombras de la España imperial», contó su autobiografía de joven en el Oviedo de la Guerra Civil, hizo hasta novela histórica. Fue tal su destreza en trasmisor de Historia que la editorial España-Calpe creo una sección llamada «Biblioteca Manuel Fernández Álvarez».


Nadie como él supo transmitir lo que representaba la Historia, la Historia basada en la investigación seria, contada con la claridad y amenidad que solo un buen narrador puede derrochar. Don Manuel Fernández Álvarez  había nacido en 1921 en Madrid, aunque pasó infancia y juventud entre Gamones (un pueblo de Cangas de Narcea) y Oviedo.  Hoy, 19 de abril, hace cuatro años que falleció. Cuando murió no era viejo, era todo un señor capaz de hacerte sonreir y sentir bien. Había sido catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Salamanca desde 1965. Del emperador Carlos V y su tiempo lo sabía todo; escribió un «Corpus documental» imponente, lo que le valió el apodo de «Manolito Carlos V». Sin embargo fue tan grande como profesor que aún poco antes de morir se atrevió con sus alumnos de antes e hijos de sus alumnos a interpretar una obra de teatro.  In memoriam..

JOSEPH PÉREZ, 1931

Joseph Pérez, recuerdos de UN PRÍNCIPE DE LA HISTORIA en el Parlamento Asturiano

Un jueves 23 de mayo de 2002 presentaba el historiador Joseph Pérez en el Salón Europa de la Junta General del Principado de Asturias el volumen III de la Colección Actas Históricas de la Junta General, que recogía las actas, documentos y resúmenes de las reuniones de las Juntas y Diputaciones celebradas entre 1657 y 1671.


Cuando le invitamos éramos conscientes de que sus estudios principales se centraban en otros momentos históricos del siglo XVI sobre todo como las comunidades de Castilla (su tesis), la España de los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II, las Inquisición o los descubrimientos y la emancipación hispanoamericana. Pero también sabíamos por sus libros y artículos que era uno de los mejores conocedores de la monarquía hispánica  y de su crisis final, de los austrias a los borbones.

Las Actas Históricas del Principado de Asturias, colección en la que seguimos trabajando, son documentos de ámbito regional pero que, lógicamente, contienen resonancias grandes de los avatares nacionales por las relaciones entre la Junta General y la monarquía en los asuntos más diversos. Y Joseph Pérez, haciendo gala de su rigor, revisó aquel grueso volumen y aportó y dio una conferencia de historia que cumplió con creces nuestro propósito: enmarcar el periodo en el que aquellos viejos documentos, transcritos y editados,  se habían producido «los últimos años del reinado de Felipe IV –que muere en 1665– y la minoría de edad de su hijo y sucesor, Carlos II, correspondientes a la regencia de la reina madre Mariana de Austria». Habló de aquella Monarquía Hispánica que gobernaba reinos y territorios diversos en la Península, Europa y América, con apéndices aún más lejanos; de las fuerzas centrífugas y del agotamiento producido por los frentes que cuestionaban la hegemonía planetaria. El, que es francés de los Pirineos, la frontera, y de ascendencia española, analizó con detalle los primeros años del último monarca que daría paso a los Borbones. La entonces presidenta de la Junta General, María Jesús Álvarez González y la catedrática de Ciencias y Técnicas Historiográficas Josefa Sanz Fuentes, que le acompañaron, como ponentes en aquel acto, alabaron su ameno rigor.

Cuando le conocimos, un día antes de la conferencia, estaba con su esposa y nos contó la pasión de hispanista convencido que siempre le embargara. Sus triunfos académicos en la Universidad de Burdeos siguieron ligándole a la historia española, que Burdeos –dijo- sentía muy cercana. En el Museo de Bellas Artes contaba cómo Goya, que había residido en Burdeos dos siglos atrás dejó huella, y cómo también el pintor del surrealismo asturiano Luis Fernández López está enterrado por propio deseo cerca de Burdeos, donde había hallado refugio y mecenas. En la catedral de Oviedo recordaba los lazos medievales que el camino de Santiago tejiera entre Francia y España y Oviedo, palpable aún en el callejero local, como la calle Gascona;, nuestro asturiano «Bulevar de la sidra» que, por cierto tomó con gusto. Aún en el taller de restauración del Monasterio de San Pelayo encontró a una monja francesa de origen español como él. Su paso por la dirección de la Casa Velázquez de Madrid, desde 1989 hasta 1996, dijo haberle servido para desprenderse de la distancia que se achaca al hispanista externo.

Como historiador ya había sido requerido en Asturias 1999 para participar en los encuentros de Filosofía de la Fundación Gustavo Bueno junto con Ricardo García Cárcel y Enrique Moradiellos a propósito del «Problema de la Historia de España». Y, aún después de nuestra invitación, volvería a ser reclamado por Tribuna Ciudadana en conferencia en el Club de Prensa de La Nueva España.

Siempre actualizando sus estudios y conocimientos, inquieto y sin rehuir ningún «compromiso intelectual histórico», se ha sumado a la tendencia más reciente por desmitificar algunos tópicos en su libro «Mitos y tópicos en la historia de España y América» (2006) y elaborado, con su gran base de conocimiento, estudios especiales para hechos puntuales como «Teresa de Ávila y la España de su tiempo» ahora de moda por celebrarse el año teresiano que culminará el próximo 2015.

Ahora volverá, reconocida su valía en la investigación histórica, para recoger un premio grande. Nosotros, desde la web de la Junta General, hace tiempo tenemos el librito que recoge su intervención...Sabias palabras de un poco de historia de un gran historiador.

Josefina Velasco Rozado
Bibliotecaria – Archivera de la Junta General
Responsable de la edición de la Colección Actas Históricas.



viernes, 16 de mayo de 2014

JOSÉ ÁLVAREZ JUNCO, 1941

Encuentros con la Historia
«Mito e Historia» es el título de la conferencia que guiada por el profesor José Álvarez Junco propone la Asociación Cauce del Nalón  para este viernes día 16 mayo en la Casa de La Buelga de Ciaño.


Mitificar acontecimientos, personajes, lugares ha sido una constante en todas las sociedades para reforzar identidades. Pero desde hace poco más de una década la Historia devino con más ahínco que nunca en una herramienta al servicio de intereses políticos de distinto signo. Los nacionalismos periféricos, que habían ido tejiendo sus historias, acentuaron su acción. Mientras "el nacionalismo español que fue tan virulento en otras épocas, se hallaba en estado de hibernación por su asociación con el régimen de Franco, la bandera española solo se mostraba orgullosa asociada a triunfos deportivos".

En esta controversia historiográfica del uso y abuso de la historia y la mitificación de los hechos «históricos» el profesor José Álvarez Junco tiene mucho que decir porque se adelantó a ver consecuencias. En el año 2001 publicó un estudio admirable Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, que le valió el Premio Nacional de Ensayo 2002. Aunque nacido en Viella, Lérida, paso su juventud en Villapando, Zamora, y estudió Ciencias Políticas con el gran José Antonio Maravall, que le dirigió la tesis doctoral. Fue  Catedrático de Historia del Pensamiento y los Movimientos Políticos y Sociales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Ejerció también en Boston y en Harvard, lo que sin duda le permitió poner distancia respecto al hervidero más ideológico que histórico que empezaba a suscitarse en España. En el año 2004 aceptó del gobierno socialista la dirección del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, cargo que desempeñó hasta mayo del 2008. Ahora, libre de cargas laborales, ejerce de lo que es: Historiador.

Su decena de libros y muchos más artículos escritos demuestran su conocimiento en el anarquismo español y de los movimientos obreros de fines del XIX y principios del XX, así como de los entresijos del periodismo político o de las corruptelas lerrouxistas de la Segunda República.

Desde el 2002 no quiso sustraerse al debate encendido sobre la idea de nación y los hitos y mitos utilizados por los contendientes en una especie de carrera por aplaudir o destruir la Nación Española,  o por buscar las esencias patrias en héroes, villanos, agravios y batallas amplificadas. Álvarez Junco se atrevió en su Mater Dolorosa a realizar un recorrido por ciertos conceptos cuyo solo nombre levanta ampollas: «de Hispania a España», «Monarquía o Nación», «La invención de la guerra de la Independencia», la religión y el poder, las dos Españas o el desastre de fines del siglo XIX, siglo al que circunscribe su obra. Su posición no esencialista no contentó a todos.

El inicio del nuevo siglo XXI pone en la picota la seriedad histórica con una serie de escritos amplificados que desencadenan polvareda. Muchos de ellos llevan en el título la palabra «mito». En el año 2003 aparece Los mitos de la Guerra Civil, de Pío Moa, un escritor, antiguo militante extremista «de izquierdas», que, reconvertido en historiador, efectúa un revisionismo de la aún dolorosa Guerra Civil favorable a vencedores, de escasa calidad histórica y muy contestado. Desde entonces se han pretendido analizar los mitos de casi todos los acontecimientos importantes de la contemporaneidad española. Mas de una veintena de títulos tiene esa palabra en el título y muchos otros la usan en el interior.

Como si los demonios de la memoria histórica encerrados en la caja de Pandora de la transición se hubieran liberado, a cada acontecimiento político de la última década le sigue una revisión interesada de la historia, con minúsculas, que amplifica o denigra hechos y crea o destruye héroes. En definitiva mitifica y pervierte la Historia. El bicentenario de la Guerra de la Independencia, la ley de la memoria histórica, la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto catalán, el tricentenario de la invasión borbónica de Barcelona en 1714 son algunos de los hechos que han inspirado «choques de historias».

Tal vez a todos nos conviene reflexionar sobre nuestros mitos fundacionales. Bien están nuestros Pelayos, Covadongas, Reconquistas, mayos de 1808, Riegos, o el más reciente Octubre de 1934, pero en su justa medida. "La historia - en palabras de Fernández Galiano - puede ser vitamina o vacuna: vitamina cuando se construye un pasado mítico para exaltar la excelencia singular de un pueblo, vacuna cuando se examina la endeble consistencia de esas narraciones" mitificadas.

Nadie mejor que José Álvarez Junco para guiarnos por ese laberinto historiográfico inserto en la realidad sociopolítica de hoy. Sobre todo ahora que acaba de publicar un magnífico ensayo en una Historia de España colectiva dirigida por un catalán, Josep Fontana y un gallego, Ramón Villares.

Y además tendremos la oportunidad de reclamar una vez más – y las que hagan falta – que La Casa de la Buelga, un espacio de estudio, intercambio de ideas y conocimiento vuelva a ser lo que no debió dejar de ser: el Aula Universitaria del Valle del Nalón.

Josefina Velasco Rozado. Cauce del Nalón.

jueves, 15 de mayo de 2014

Al lado de Madrid: VALLECAS, un lugar de "cine"

Era un martes a mediodía y el sol caía con justicia para una norteña de visita en Madrid. Con el aire acondicionado de las moderna, luminosa y "transparente" Asamblea de Madrid, el calor exterior no se notaba. Pero al salir a la calle, el sol de fines de abril se parecía mucho al de agosto en mi tierra.

Instalar la acristalada y hermosa arquitectura de la Asamblea de Madrid en el periférico, aún marginal y obrero barrio de Vallecas fue un logro "social"; dignificó el lugar, aunque fuera incómodo para trabajadores y políticos. Cuando se inauguró el edificio en la plaza que lleva su nombre, en 1998, aún cerca había lugares muy marginales, de una pobreza social terrible, como La Celsa, el mayor mercado de la droga hasta inicios del siglo XXI.

Ahora el entorno del moderno y excesivo edificio de La Asamblea sigue siendo obrero, con muchos inmigrantes, pero guapo. Tal vez sea lo colorido del multiculturalismo o tal vez que alrededor hay  calles no muy bien asfaltadas, puede; no demasiado limpias, también cierto. Pero tienen nombres preciosos: Candilejas, La Cenicienta, La Diligencia, Pablo Neruda, de la Imagen, Hermanos Trueba, Payaso Fofó...¿Buscar en la ficción lo que falta en la realidad? o ¿desear que la realidad tenga la magia de la ficción?. No se yo...

El caso es que, aquella tarde, más que correr a la estación para coger el cercanías, me apeteció callejear un poquito. Y entre barriadas, algunos arbolitos, pocas zonas bonitas, una se cruzaba con gente que iba o venía del trabajo y el estudio, junto a otros paseantes tranquilos. Y de vez en cuando descubría nombres que dulcificaban el espacio aquel: Picos de Europa, La Albufera, Mariana Pineda, Tineo, Arroyo del Olivar, La Reina de África, Mogambo, Cleopatra, La Violetera...

A mi me gustaría poner en el reverso de uno de esos sobres que contienen cartas amables dirigidas al amigo lejano, de esos que casi ya no se usan, relegados por mails, skipes y guasaps, el nombre de una de esas calles de película, de canción, de poeta, de heroína o de payaso. No me resisto a fotografiar un par de placas cuando emprendo el camino de la estación.

Los trenes de cercanías que vienen desde Alcalá de Henares van casi siempre llenos, pero puede que un martes a las cuatro de la tarde lo estén menos. Cada pocos minutos llega un tren grande, de dos pisos. Veo en el plano que me facilitaron como información que subo entre Santa Engracia y el Pozo en un tren que finaliza en Atocha y la sonrisa que me habían dibujadode las placas con nombres bonitos se me borra un poco. Hace ya diez años, pero los atentados de 2004 no se borran. 

Observo el tren y la gente que sube y baja; los que leen un libro; los que dormitan; los  que escuchan música con la cabeza apoyada en la ventanilla. Predominan vaqueros, camisetas, ropa de currantes y estudiantes. Hombres y mujeres que aprovechan el tiempo perdido del trayecto en el cercanías para hacer algo que no pueden hacer en otro momento. Nada justifica la crueldad de provocar dolor en quienes ninguna culpa tienen de las frustraciones de los depravados. El Pozo, la estación de parte de aquella desgraciada mañana del 11 M, me recuerda la historia de aquel barrio tan popular cuando el jesuita Padre Llanos se hizo famoso intentando cambiar la cara oscura de gentes pobres, acuciadas por alcoholismo, droga y delincuencia. Ahora es otra cosa. El Pozo, uno de los distritos de Vallecas, ya   es también Madrid. No hay solución de continuidad. Desde que en los años cincuenta del pasado XX Vallecas quedara unido a la Villa y Corte todo cambió muy rápido

Cuando llego a la hermosa e histórica estación de Atocha, tan bullicioso puerto de desembarco ferroviario en el centro de Madrid, me sumerjo en el ritmo multitudinario de este Madrid de los Museos, de los Borbones y los Austrias, de los ministerios y las letras, del turisteo un poco distante del menos bonito y, me parece a mi, más vital Vallecas...