ENFERMEDAD Y CAMBIOS HISTÓRICOS.
¿Cómo será cuando salga de su
secuestro por el coronavirus el mundo? Tal vez se vea abocado a encarar cambios
considerables para enfocar un nuevo renacimiento, porque quedará conmocionado
sin duda. Esta pandemia, en un mundo tan interconectado y globalizado está
quebrando nuestro modo de vida. Llegará la vacuna milagrosa o los medicamentos
efectivos, pero perdurará la memoria y la historia del año en el que el mundo
entero quedó confinado por un virus.
Guardias de Seattle durante la gripe de 1917
La enfermedad ha sido corresponsable
junto con las guerras de importantes modificaciones en la historia de la
humanidad. Juntos cabalgaron siempre la guerra, el hambre, la peste y la
muerte, una combinación letal de los “jinetes del apocalipsis”.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis, por Viktor Vasnetsov (1887)
En las guerras del Peloponeso,
una epidemia mató a Pericles y cambió la política ateniense. Sucedía eso en el
siglo V a. C. Tembló por la peste el poderoso imperio Bizantino del siglo VI ya
en nuestra era. Perviven testimonios, textos literarios, canciones, teatro,
muestras de arte, del miedo, el terror que nos inunda aún, cuando relatamos las
historias de la peste más mortífera que asoló a la humanidad: la Peste Negra
que en el siglo XIV dejó desiertas ciudades brillantes, mató a casi la mitad de
la población del mundo conocido, hizo quebrarse el régimen feudal y apareció
esporádica, pero terriblemente, hasta el siglo XVII y aún más aunque menos
efectiva. Empezamos a conocer las
enfermedades tras el desarrollo científico del Siglo de las Luces, el XVIII,
con cantidad de viajes de conocimiento, experimentos y grandes logros. Los
estados más avanzados concentraban cada vez más a sus poblaciones en urbes
grandes y debían prevenir que estas se convirtieran en ratoneras mortales ante
la enfermedad. El descubrimiento de la vacuna permitió combatir la cruel y
mortífera viruela, y de paso avanzar en la medicina preventiva. La expedición
Filantrópica Española, con niños como vacunas vivientes, permitió salvar a
muchos habitantes, sobre todo población infantil, de las colonias del imperio; llamada Operación
Balmis, en homenaje al médico que la diseñó y dirigió, su nombre lo adoptó
ahora el ejército en la lucha contra el coronavirus que nos desquicia.
En el XIX las ciudades fueron
dotándose de recursos para hacer la vida urbana más segura, como la recogida de
basuras, las canalizaciones de aguas residuales, el agua corriente o la
proliferación de fuentes vigiladas, la iluminación…todo era poco, porque el
tifus, el cólera o la tuberculosis reaparecieron hasta que la ciencia ayudó a
vencerlas.
Leganes. Fumigaciones en las estancias de las tropas retornadas de Cuba. Fiebre amarilla(s. XIX).
Ante las enfermedades contagiosas
siempre se practicaron técnicas de aislamiento, que en los periodos antiguos
sirvieron además a fines políticos sin escrúpulos. Aparte del estigma de los
leprosos, recluidos y obligados a anunciar su presencia, se ponían en reserva poblaciones o colectivos ante la fiebre
amarilla, el cólera, el tifus, la gripe…Aislar a los enfermos era vital.
Justiniano en el siglo VI decretó medidas extremas de aislamiento, aprovechando
para relegar a diferentes grupos étnicos.
En la terrorífica Peste Negra nació
la cuarentena. Quarenta días se les imponía a los barcos sospechosos de portar
la enfermedad antes de dejarlos entrar en el puerto.
Pieter Brueghel. Museo del Prado (Peste bubónica)
Eso hizo la república de
Venecia con el puerto de Ragusa en 1377. Se crearon centros de aislamiento o
Lazaretos para recluir a los enfermos y se planificó la destrucción de
cadáveres. En siglos posteriores la “cuarentena” fue adquiriendo fiabilidad y colectivos,
aldeas o tribus sospechosas de padecer enfermedades contagiosas fueron aislados
en cuarentena y vigilados. Extremar la higiene personal, el aislamiento o el
cierre de lugares públicos fueron recursos para combatir la pandemia de gripe
de 1917, ¿les suena?
El miedo a la enfermedad fue
utilizado como forma de control, represión o guerra. Los cuerpos de los
apestados por la “muerte negra” fueron proyectiles lanzados por los mongoles contra
la ciudad de Caffa en Crimea. Las enfermedades para las que los europeos ya
habían generado defensas diezmaron las poblaciones indígenas de América que
carecían de ellas. Al ejército de
Napoleón en Rusia lo derrotaron tanto los rusos como el tifus… y así
innumerables ejemplos.
Además, en todas las grandes
enfermedades contagiosas que aquejaron a la humanidad se propagaron bulos y se
buscaron culpables. La apenas desarrollada ciencia médica no fue capaz de
desactivarlos. Si aún hoy, con toda nuestra “sabiduría” y nuestra educación nos
creemos conspiraciones y bulos, cómo no aquellos antepasados nuestros que no
sabían de que procedían los males que les aquejaban. Los judíos, víctimas
propiciatorias por ser un colectivo cerrado en sus tradiciones y creencias,
fueron considerados culpables de propagar la peste y los progroms (ataques) del
siglo XIV se sucedieron. No sería la única vez. Otras veces serían los
religiosos, los gitanos o cualquier entidad previamente mal vista por la
colectividad.
Ahora toca encarar esta realidad
lo mejor posible. Y al salir de ella revisar muchas cosas. Lo más importante es
no creernos invulnerables y sentar las bases sólidas ante futuras adversidades
colectivas.
1 de abril de 2020. Día 18 del
Estado de Alarma que decretó el confinamiento general.
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