jueves, 15 de mayo de 2014

Al lado de Madrid: VALLECAS, un lugar de "cine"

Era un martes a mediodía y el sol caía con justicia para una norteña de visita en Madrid. Con el aire acondicionado de las moderna, luminosa y "transparente" Asamblea de Madrid, el calor exterior no se notaba. Pero al salir a la calle, el sol de fines de abril se parecía mucho al de agosto en mi tierra.

Instalar la acristalada y hermosa arquitectura de la Asamblea de Madrid en el periférico, aún marginal y obrero barrio de Vallecas fue un logro "social"; dignificó el lugar, aunque fuera incómodo para trabajadores y políticos. Cuando se inauguró el edificio en la plaza que lleva su nombre, en 1998, aún cerca había lugares muy marginales, de una pobreza social terrible, como La Celsa, el mayor mercado de la droga hasta inicios del siglo XXI.

Ahora el entorno del moderno y excesivo edificio de La Asamblea sigue siendo obrero, con muchos inmigrantes, pero guapo. Tal vez sea lo colorido del multiculturalismo o tal vez que alrededor hay  calles no muy bien asfaltadas, puede; no demasiado limpias, también cierto. Pero tienen nombres preciosos: Candilejas, La Cenicienta, La Diligencia, Pablo Neruda, de la Imagen, Hermanos Trueba, Payaso Fofó...¿Buscar en la ficción lo que falta en la realidad? o ¿desear que la realidad tenga la magia de la ficción?. No se yo...

El caso es que, aquella tarde, más que correr a la estación para coger el cercanías, me apeteció callejear un poquito. Y entre barriadas, algunos arbolitos, pocas zonas bonitas, una se cruzaba con gente que iba o venía del trabajo y el estudio, junto a otros paseantes tranquilos. Y de vez en cuando descubría nombres que dulcificaban el espacio aquel: Picos de Europa, La Albufera, Mariana Pineda, Tineo, Arroyo del Olivar, La Reina de África, Mogambo, Cleopatra, La Violetera...

A mi me gustaría poner en el reverso de uno de esos sobres que contienen cartas amables dirigidas al amigo lejano, de esos que casi ya no se usan, relegados por mails, skipes y guasaps, el nombre de una de esas calles de película, de canción, de poeta, de heroína o de payaso. No me resisto a fotografiar un par de placas cuando emprendo el camino de la estación.

Los trenes de cercanías que vienen desde Alcalá de Henares van casi siempre llenos, pero puede que un martes a las cuatro de la tarde lo estén menos. Cada pocos minutos llega un tren grande, de dos pisos. Veo en el plano que me facilitaron como información que subo entre Santa Engracia y el Pozo en un tren que finaliza en Atocha y la sonrisa que me habían dibujadode las placas con nombres bonitos se me borra un poco. Hace ya diez años, pero los atentados de 2004 no se borran. 

Observo el tren y la gente que sube y baja; los que leen un libro; los que dormitan; los  que escuchan música con la cabeza apoyada en la ventanilla. Predominan vaqueros, camisetas, ropa de currantes y estudiantes. Hombres y mujeres que aprovechan el tiempo perdido del trayecto en el cercanías para hacer algo que no pueden hacer en otro momento. Nada justifica la crueldad de provocar dolor en quienes ninguna culpa tienen de las frustraciones de los depravados. El Pozo, la estación de parte de aquella desgraciada mañana del 11 M, me recuerda la historia de aquel barrio tan popular cuando el jesuita Padre Llanos se hizo famoso intentando cambiar la cara oscura de gentes pobres, acuciadas por alcoholismo, droga y delincuencia. Ahora es otra cosa. El Pozo, uno de los distritos de Vallecas, ya   es también Madrid. No hay solución de continuidad. Desde que en los años cincuenta del pasado XX Vallecas quedara unido a la Villa y Corte todo cambió muy rápido

Cuando llego a la hermosa e histórica estación de Atocha, tan bullicioso puerto de desembarco ferroviario en el centro de Madrid, me sumerjo en el ritmo multitudinario de este Madrid de los Museos, de los Borbones y los Austrias, de los ministerios y las letras, del turisteo un poco distante del menos bonito y, me parece a mi, más vital Vallecas...


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